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© Allan Warren- Wikicommons |
Rod Stewart, no morirá de cáncer de tiroides, ni a causa de un accidente, ni de vejez, como los longevos. Morirá de fútbol. En el fondo, el fútbol no es un deporte. Es un estado de ánimo, como la tristeza, el pánico, la ira o el amor. Comúnmente, las personas acaban su existencia, por enfermedad, por accidentes, por senectud, por violencia o bien por estados de ánimo como los señalados (morir de amor es la mayor dimensión de la tragedia humana). También las personas mueren de pintar (como Miguel Ángel) o de escribir (como Balzac). Rod Stewart no morirá de cantar, o en el escenario. Roderick, el cantante de la voz de arena, morirá de fútbol, porque la música nunca le ha arrancado lágrimas de alegría. El futbol sí...
A semejanza del alcoholismo, el fútbol es una enfermedad, o cuando menos una adicción. De las más atroces, por cierto, aunque los adictos al fútbol discurran por la vida como si nada. Un adicto al fútbol puede ser más peligroso que un chofer ebrio o que una noria sin eje. La diferencia es que todos los enfermos alcohólicos se comportan más o menos igual, y las consecuencias, en su cuerpo y en sus vidas, vienen siendo parecidas. No ocurre así con el fútbol: hay enfermos sumamente comedidos, conscientes y reflexivos. Por eso es normal encontrar entre los enfermos al fútbol pianistas, cirujanos, obispos, astronautas y premios nóbel. Pero también están los enfermos desharrapados, los que no pueden ver un rival, porque lo persiguen hasta hincarle el diente, como las hienas. A diferencia de los alcohólicos, los enfermos y moribundos del fútbol, no suelen arrepentirse o reconocerse como tales, y nunca son tratados para curarlos del vicio. Los enfermos al fútbol, muy al contrario, siempre profundizan su huella.
Como muchas de las enfermedades, el fútbol puede ser una enfermedad hereditaria. Robert Stewart, el padre escocés de Rod, no se conformó con diseñar a su hijo, a su imagen y semejanza --primero como vendedor de periódicos y luego como sepulturero en Highgate--; por ello heredó a Rod la atrabiliaria enfermedad del fútbol, como se hereda la hemofilia o el daltonismo.
Ya en el Colegio, infectado hasta la medula, lo nombran capitán del Middlesex School Boys. Rod jugaba de mediocentro. Su padre, que había sido futbolista amateur deseaba fervientemente que uno de sus cinco hijos se convirtiera en futbolista profesional. Una historia, siempre repetida, pero nunca confirmada, nos cuenta que a los 16 años, Robert inscribe a Rod en el club Brentford FC, de la tercera división inglesa. El club lo hace entrenar duro por las mañanas, y por las tardes le correspondía limpiar las botas de los jugadores del primer equipo, como le había ocurrido a Cruyff y a Pelé. Pero Cruyff y Pelé soportaron aquella ingrata faena hasta convertirse en leyendas del futbol. Rod llegó a ser leyenda, pero no del fútbol. A los tres meses, dejó de entrenar y buscó refugio en otra pasión "más fácil" .
"La vida de un músico es mucho más fácil que la de un futbolista, y además puedo emborracharme mientras hago música; cosa que no puedo hacer mientras juego al fútbol... Son las dos únicas cosas que puedo hacer en realidad: jugar al fútbol y cantar". Nos dice Rod.
El hecho de que Rod desistiera de jugar profesionalmente al fútbol no impidió que su vida girara, en buena medida, alrededor de este juego. Habiendo coqueteado, como hincha, con el F.C. Arsenal y con otros clubes, Rod se enamoró perdidamente del Celtic F.C. de Glasgow y de la Selección de Fútbol de Escocia --junto con la inglesa, la selección más antigua del mundo. Es tal su afecto incondicional a la selección escocesa, que la ha acompañado a dos copas del mundo, compartiendo el vestuario con los jugadores y con el cuerpo técnico, en un doble papel: de animador a los jugadores y de representante de toda la hinchada escocesa.
El amor recíproco entre Rod y el Celtic carece de límites: el club le ha concedido un asiento reservado, de por vida, en el mítico Celtic Park. Ese privilegio solo lo tienen dos personas en Escocia: Rod y el cómico Bill Connolly.
Desde ese asiento legendario del Celtic Park, Rod contempló, lleno de asombro y de temor, al FC Barcelona, en aquella inolvidable noche del miércoles 7 de noviembre de 2012. Y aunque su corazón le ofrecía pálpitos de triunfo, su cabeza le indicaba lo contrario. Desde esa famosa butaca, Rod se le encogía el estómago con el cadencioso paso de relojero de Xavi, con los requiebros de Iniesta, y sobre todo con la magia y los eslaloms temibles de Messi, que hacen mella en corazones viejos... Pero ninguno de aquellos juglares consiguieron apagar el fuego celta, que primero fue rescoldo, después flama, y luego horno. Fue aquella la más inolvidable noche del club, en sus 125 años de historia. Una hinchada, como pocas, curtida en apoyar a su club en las buenas y en las malas, recibió un premio digno de su linaje. Los aficionados fueron --aquí no cabe el tópico-- el jugador número 12 de su equipo.
El primer gol fue de Victor Wanyama (un antílope), que en un saque de esquina saltó, en el segundo palo, sobre la casi imperceptible figura de Alba (un cordero), para meter una cornada terrible al Barsa: gol al minuto 21. Antes y después de este gol, el Barsa fue el dueño del terreno, de la posesión de la pelota, y de las ocasiones de gol; pero el Celtic se adueñó de dos cosas mucho más valiosas en el fútbol: el marcador y el área chica. El Barsa nunca pudo quitarle esas dos presas al Celtic, y por eso perdió el juego. O mejor dicho: gracias a ellas, el Celtic lo ganó. A pesar de que el tiempo fue desfalleciendo como reloj de Dalí, el Barsa parecía destinado a empatar el partido. Sus jugadas, tarde o temprano, acabarían en goles. Pero todo fue un espejismo, porque la zaga y el portero Forster semejaban guerreros luchando a muerte por su aldea. Cuando las fuerzas parecían abandonarlos, surgió la figura de Tony Watt, para clavar el segundo cuchillo, que hirió de muerte al Barsa.
A pesar de aquel golpe salvaje, Messi pudo voltearse un segundo, para asestar su común puñalada, al minuto 90. Era el primer gol dedicado a su primogenito. Momento especial en la vida del Mejor Jugador del Mundo, pero demasiado tarde para su equipo. De haber ocurrido el gol de Messi cinco minutos antes, la historia bien pudo ser otra. Con el pitazo final del árbitro Kuipers de Holanda, enloqueció el Celtic Park, buena parte de Escocia, y todo el madridismo. Y como de la risa al llanto hay apenas una corta zancada, gran parte de la hinchada Celta rompió a llorar. Rod, entre los primeros...
El primer gol fue de Victor Wanyama (un antílope), que en un saque de esquina saltó, en el segundo palo, sobre la casi imperceptible figura de Alba (un cordero), para meter una cornada terrible al Barsa: gol al minuto 21. Antes y después de este gol, el Barsa fue el dueño del terreno, de la posesión de la pelota, y de las ocasiones de gol; pero el Celtic se adueñó de dos cosas mucho más valiosas en el fútbol: el marcador y el área chica. El Barsa nunca pudo quitarle esas dos presas al Celtic, y por eso perdió el juego. O mejor dicho: gracias a ellas, el Celtic lo ganó. A pesar de que el tiempo fue desfalleciendo como reloj de Dalí, el Barsa parecía destinado a empatar el partido. Sus jugadas, tarde o temprano, acabarían en goles. Pero todo fue un espejismo, porque la zaga y el portero Forster semejaban guerreros luchando a muerte por su aldea. Cuando las fuerzas parecían abandonarlos, surgió la figura de Tony Watt, para clavar el segundo cuchillo, que hirió de muerte al Barsa.
A pesar de aquel golpe salvaje, Messi pudo voltearse un segundo, para asestar su común puñalada, al minuto 90. Era el primer gol dedicado a su primogenito. Momento especial en la vida del Mejor Jugador del Mundo, pero demasiado tarde para su equipo. De haber ocurrido el gol de Messi cinco minutos antes, la historia bien pudo ser otra. Con el pitazo final del árbitro Kuipers de Holanda, enloqueció el Celtic Park, buena parte de Escocia, y todo el madridismo. Y como de la risa al llanto hay apenas una corta zancada, gran parte de la hinchada Celta rompió a llorar. Rod, entre los primeros...
La más acendrada expresión del corazón humano, y por lo tanto la mas inexplicable por ser arcano, ocurre cuando la persona llora de alegría. Lloramos de alegría tras el reencuentro o el perdón; cuando acaba una guerra; cuando después de años en paro habiendo conocido la miseria, nos ofrecen un trabajo digno; cuando un hijo incapacitado se gradúa; cuando tu equipo preferido, habituado al charco de las derrotas logra un título después de 70 años de historia "maldita"...en fin, toda vez que se manifiesta un milagro...
Las lágrimas de alegría de Rod, solo se pueden explicar por la emoción contenida
de un pasado glorioso, redivivo en su su mente, después de 45
años. La final de la Copa de Campeones de Europa 1966-67, se disputaría en el estadio Da Luz de Lisboa,
entre el Celtic y el Inter. Aquel famoso Inter de Helenio Herrera --inventor este del catenaccio--, había derrotado
(0-2), en cuartos de final, al campeón vigente, el Real Madrid de Amancio y Gento, en el mismo Santiago Bernabéu. El equipo italiano era
el claro favorito para llevarse la Copa de Europa. A los 8 minutos, Mazzola anotó de penal, dando así la ventaja al Inter, que creyó
tener el juego y la Copa en el bolsillo. Un espejismo. Porque a continuación, sin que los italianos entendieran cómo, el fuego celta
abrasó el terreno de juego, y aquellas cebras verdes arremetieron contra el Inter,
hasta hacerlo desaparecer. Tommy Gemmell , que hizo un partido espléndido, firmó el empate a los 63, y
al 85 Chalmers marcó el gol de la Copa de Europa. Cuando el árbitro alemán pitó el final del juego, una multitud de escoceses seducida por los jugadores que gritaban de alegría, invadió el terreno de juego, para abrazarse con aquellos. Había entre los aficionados un joven melenudo de 22 años, de nombre Roderick y apellido Stewart. Y este joven, como la mayoría, lloraba en el centro del terreno de juego, a lágrima viva, pero de emoción…Esta escena se repetiría en en la vida de Rod, distanciada por casi medio siglo...
El partido del Celtic contra el Barsa fue uno de esos partidos extraños en que al favorito no le duele tanto la derrota. En un arrebato de magnanimidad, los jugadores del Barsa casi aplaudieron a los jugadores del Celtic, al final del partido. Hubo intercambio de camisetas y todos se abrazaron con admiración mutua. Parecía como si los 22 jugadores, hubieran derrotado a un enemigo común y superior. No todos los partidos memorables
son aquellos de amplios triunfos y golazos. También puede haber
partidos inolvidables por duras derrotas, o por derrotas menos severas. También pueden ser inolvidables por un error, por una
lesión grave, por un acto hostil de las barras, o por
una decisión arbitral casi imposible de tolerar... y hay partidos imborrables, por lo que representan para el ganador...
En este caso, el partido quedará, para siempre, en la memoria colectiva del Celtic, como uno de sus partidos más importantes jamás disputados. Vamos, derrotaron, en buena lid, al mejor equipo de fútbol del mundo y uno de los mejores de la Historia! Fue para ellos una verdadera oda a la alegría... No así para el Barsa.
Esa
noche todos aprendieron, y creo que el Barsa más que nadie. Aprendieron,
para no olvidar nunca, que la defensa forma parte del juego... Que las
tribus pequeñas, tarde o temprano ganan, aunque sea una batalla, y
siempre lo hacen con métodos inusitados, contra los que un gran enemigo siempre se arredra. Eso es lo lindo de este deporte.
Aprendieron, Tito y sus pupilos que tener posesión del 85% de la pelota, casi siempre te ayuda a obtener una victoria, pero que hay excepciones. Y que esas excepciones, siempre son marcadas a sangre y fuego en la memoria, tanto del vencedor como del perdedor.
Esta dura lección la habían aprendido muy bien todos los escoceses dos décadas atrás. El 11 de junio de 1990, la Selección de Escocia se enfrentó a la novísima Selección de Costa Rica, en la copa del Mundo de Italia. Para los costarricenses, Escocia era un equipo grande, temible, con varias participaciones en copas del mundo. Para los escoceses, Costa Rica, era el pulgarcito del fútbol: "los trataremos con consideración, pero igual les meteremos cinco o seis, para que sepan quién manda", pensaban.
Sin embargo, para sorpresa y asombro de todo el mundo y para desgracia y pena de los escoceses, los costarricenses vencieron a su Selección, por marcador de 1 a 0, con un gol al minuto 49, de Juan Cayasso, uno de los mejores delanteros costarricenses en toda su historia. Aplicando la misma receta con la que el Celtic doblegó al Barsa, los ticos ganaron el primer partido que disputaron en una Copa del Mundo! Un hecho verdaderamente insólito que ha ocurrido muy pocas veces. Seguramente la posesion de la pelota de los escoceses debió rondar el 70%, y sus ocasiones de gol, innumerables, contra unas pocas ocasiones para Costa Rica, incluida la del gol del triunfo. Esa fue una lección increíble, tanto para vencedores como para vencidos. “La gente salió a las calles en triunfo como no lo había hecho jamás por ningún otro suceso. La historia recordará por siempre esta voluminosa tarde del lunes 11 de junio de 1990. Los dos hinchas más famosos de Escocia, el actor Sean Connery el cantante Rod Stewart, salieron del estadio en actitudes diferentes: Connery a escondidas y Stewart con declaraciones estridentes en contra de los suyos”, escribió el periodista argentino Aldo Proietto, de la famosa revista El Grafico, en su crónica del partido.
Lleno de vergüenza y de ira, Rod salió del estadio Luigi Ferraris de Genova, con una lección aprendida: que no hay nada más difícil de tolerar que una derrota humillante, pero que hay que tragarla con dignidad... En esa ocasión, gracias a la misma táctica con que el Celtic derrotó al Barsa, fueron los costarricenses quienes lloraron de alegría....Eso es lo lindo de este deporte...
Aprendieron, Tito y sus pupilos que tener posesión del 85% de la pelota, casi siempre te ayuda a obtener una victoria, pero que hay excepciones. Y que esas excepciones, siempre son marcadas a sangre y fuego en la memoria, tanto del vencedor como del perdedor.
Esta dura lección la habían aprendido muy bien todos los escoceses dos décadas atrás. El 11 de junio de 1990, la Selección de Escocia se enfrentó a la novísima Selección de Costa Rica, en la copa del Mundo de Italia. Para los costarricenses, Escocia era un equipo grande, temible, con varias participaciones en copas del mundo. Para los escoceses, Costa Rica, era el pulgarcito del fútbol: "los trataremos con consideración, pero igual les meteremos cinco o seis, para que sepan quién manda", pensaban.
Sin embargo, para sorpresa y asombro de todo el mundo y para desgracia y pena de los escoceses, los costarricenses vencieron a su Selección, por marcador de 1 a 0, con un gol al minuto 49, de Juan Cayasso, uno de los mejores delanteros costarricenses en toda su historia. Aplicando la misma receta con la que el Celtic doblegó al Barsa, los ticos ganaron el primer partido que disputaron en una Copa del Mundo! Un hecho verdaderamente insólito que ha ocurrido muy pocas veces. Seguramente la posesion de la pelota de los escoceses debió rondar el 70%, y sus ocasiones de gol, innumerables, contra unas pocas ocasiones para Costa Rica, incluida la del gol del triunfo. Esa fue una lección increíble, tanto para vencedores como para vencidos. “La gente salió a las calles en triunfo como no lo había hecho jamás por ningún otro suceso. La historia recordará por siempre esta voluminosa tarde del lunes 11 de junio de 1990. Los dos hinchas más famosos de Escocia, el actor Sean Connery el cantante Rod Stewart, salieron del estadio en actitudes diferentes: Connery a escondidas y Stewart con declaraciones estridentes en contra de los suyos”, escribió el periodista argentino Aldo Proietto, de la famosa revista El Grafico, en su crónica del partido.
Lleno de vergüenza y de ira, Rod salió del estadio Luigi Ferraris de Genova, con una lección aprendida: que no hay nada más difícil de tolerar que una derrota humillante, pero que hay que tragarla con dignidad... En esa ocasión, gracias a la misma táctica con que el Celtic derrotó al Barsa, fueron los costarricenses quienes lloraron de alegría....Eso es lo lindo de este deporte...
Después de leer esta historia, los invito a sentarse a disfrutar de algunos vídeos relacionados.
Este que sigue corresponde a la canción Que Será Será, que cantó Rod junto con los integrantes de la Selección de Fútbol de Escocia, después de calificar al Mundial de Argentina en 1978 (dicho sea de paso, el año en que se casan los padres de Messi: Jorge y Celia).
Purple Heather (Brezo Purpura) es una canción popular escocesa, escrita por Francis McPeake en 1957, conocida también como 'Wild Mountain Thyme "y" Will You Go Lassie, Go". Se afirma que la canción se basa en una antigua canción titulada "The Braes de Balquhidder" escrita por Robert Tannahill (1774-1810), contemporáneo del poeta Robert Burns. 'Purple Heather' apareció en el álbum de estudio de Rod llamado 'Spanner in the Works', producido por el mismo Rod y por Trevor Horn, en el año 1995.
Para terminar, les comento que en el año 1977, Rod compuso una bellísima canción de amor llamada "You're in my heart" ("Estás en mi corazón"), incluida en el álbum Foot Loose & Fancy Free. La canción dedicada a su amiga del alma Lauren Kreps, intercala un verso que parece ingenuo; pero que encierra una declaración de amor: "Soy del Celtic y soy del United, pero nena, he decidido que tú eres el mejor equipo de todos".
Enlaces recomendados:
* Rod Stewart: "Quiero a Messi y a Tévez en el Celtic"
* Rod Stewart y el cáncer en oralcancerfountation.org
* Prestando el jardín para entrenar
* Biografía de Rod en IMDb