VISITAS EN TOTAL

miércoles, 1 de junio de 2011

EL ARZOBISPO DE WEMBLEY


Cuando el monarca Jorge V, abuelo paterno de la actual Reina Isabel II de Inglaterra, cortó la cinta para inaugurar el Empire Stadium (posteriormente llamado Wembley), todos los ingleses aceptaban que esa edificación solo duraría dos años en pie, hasta el fin de la gran Exposición del Imperio Británico (1924-1925). Sin embargo, el estadio cumplió la esperanza de vida de los ciudadanos ingleses, y dio su último suspiro, en el año 2002, a la "tierna" edad de 79 años. Vida corta, pero fructífera para un gran templo.

Aunque Jorge V no vivió para contarlo, lo cierto es que el célebre estadio de las Torres Gemelas se convertiría en el icono del fútbol por excelencia, tanto así que el Rey Pelé lo bautizó como la Catedral del Fútbol. Nombre correctísimo dado por el genio de Minas Gerais, porque fue escenario de magnos eventos futbolísticos y deportivos como los Juegos Olímpicos de 1948, la final de la Copa Mundial de Fútbol de 1966, cinco finales de la Copa de Europa, la Eurocopa 1996, etc. Pero además, porque en él desfilaron artistas como Michael Jackson, Tina Turner, Madonna, The Animals, Oasis, Fleetwood Mac, Genesis, The Who, Pink Floyd, Elton John, Paul McCartney, y por si fuera poco, también bendijeron el templo la célebre banda Queen, con Freddy Mercury a la cabeza, y la mayor de todas las bandas: Los Beatles.

El 23 de febrero del año 2000, la selección de fútbol de Inglaterra se enfrentó allí contra selección de Argentina. Fue el último partido entre selecciones jugado en dicho escenario. Terminó cero a cero. Jugaron para Inglaterra, entre otros: David Beckham, Paul Scholes, Rio Ferdinand, Gary Neville, Ashley Cole. El D.T. fue Kevin Keegan. Jugaron para Argentina, entre otros: Roberto Ayala, Javier Zanetti, Diego Simeone, Sebastián Verón, Ariel Ortega, Gabriel Batistuta, Mauricio Pochettino y Hernán Crespo. DT. Marcelo Bielsa. En ese entonces, Leo Messi era un niño de apenas 13 años, y aún vivía en su Rosario natal. Faltaban escasos seis meses para iniciar su viaje sin retorno a la Ciudad Condal.

Sin embargo, los ingleses --muy correctos en respetar hasta un guijarro antiguo--, esta vez torcieron el brazo por la modernidad. Quisieron seguir poseyendo la Catedral del Fútbol, pero aquella les parecía un tanto vieja e incómoda. Querían una catedral moderna, la más moderna de todas, el mayor orgullo de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Así fue como la Vieja Catedral, dio paso a la Nueva Catedral.

Esta Nueva Catedral, fue inaugurada el 24 de marzo de 2007 (15 días después de que Messi convirtiera el famoso Hat Trick al Real Madrid), en un partido entre las selecciones sub-21 de Inglaterra e Italia. Se han realizado en este estadio numerosos eventos y partidos famosos; pero el partido más memorable de todos, el gran partido del siglo XXI, como lo bautizó Fergusson, fue el protagonizado por el FC Barcelona y el Manchester United, el pasado sábado 28 de mayo de 2011, en la final de la Liga de Campeones de Europa.

EL PARTIDO

Inicialmente, la final de Wembley se presentó como una copia fiel de la final de Roma de 2009. El Manchester entendía que contaba con una breve ventana de oportunidad, para hacer daño al Barcelona: el tiempo que tardaran los catalanes en adueñarse de la pelota. ¿Cuánto sería ese tiempo? Seguramente, no más allá de quince minutos. Si los ingleses anotaban al inicio, tendrían ocasión de regir el destino del juego. Sir Alex Fergusson aseguró, antes del partido, que conocía muy bien los errores cometidos en Roma, y que no los repetirían. Pero para sorpresa suya, la defensa del Barcelona --enésima reinvención de Guardiola-- poco a poco se fue acomodando, lo justo para que los mediocampistas y delanteros atinaran en el robo del fuego sagrado. Y así ocurrió: al Manchester se le fue acabando el combustible, y con ello fue perdiendo su gran oportunidad.

Paradójicamente, el punto de inflexión, ocurrió en el minuto 11 del encuentro, cuando Valdés y Piqué casi protagonizan una jugada de autogol. Ese hecho alarmó al Barsa, que salió inmediatamente del letargo, produciendo un tiro de esquina a favor. A partir de allí, el juego fue azulgrana, salvo por el fabuloso espejismo inventado por Rooney, para empatar el combate.

El Barsa hizo un juego prácticamente perfecto. Volvió a ser la apisonadora habitual que dejó tirados (y humillados) a grandes equipos como el Real Madrid de Mourinho y el Arsenal de Wenger. Fue ese tipo de juego que todos los jugadores, el cuerpo técnico y los aficionados soñamos. El destino se decantó por Barcelona, porque se conjuntaron hechos tan relevantes como que todos los delanteros anotaran (y vaya golazos los tres!), que la defensa funcionara de maravilla, con Abidal, Piqué y Mascherano soberbios, y con Xavi, Iniesta y Messi --el Trío de la Muerte, bautizado así por Manuel Pilo Obando-- funcionando como un reloj. Y por supuesto con un Messi omnipresente, como el virtuoso más destacado de la orquesta.

DOS GRANDES MOTIVADORES

Es obvio que Guardiola es el gran artífice de este Barsa. Sin él y su filosofía de juego quizás el Barsa no habría logrado tantos éxitos. Antes de Guardiola el Barsa no era una tropa obsesionada con el balón (robarlo para tenerlo siempre); antes de Guardiola, la Masía era UN estandarte; con Guardiola es EL estandarte; antes de Guardiola, Xavi e Iniesta eran dos mediocampistas cerebrales, hoy son la dupla más admirada de la Tierra; antes de Guardiola, Messi estaba casi encubierto como los esclavos de Miguel Angel, y ahora es el más grande de todos; antes de Guardiola, el Barsa era el rival del Real Madrid, y ahora el Barsa es el equipo más grande de la Historia. Sin embargo, en este año hubo dos grandes fenómenos que alimentaron extraordinariamente la voracidad del barcelonismo: Mourinho y Abidal. Más allá de Guardiola, de Sir Alex Fergusson, de Javier (Chicharito) Hernández, de Rooney, o del fantástico escenario de la Catedral del Fútbol, los grandes motivadores de este Barsa fueron, sin proponérselo, el portugués y el francés.

Mourinho

Estoy convencido de que el mayor sembrador de vientos de la temporada fue también el mayor recolector de tempestades. Y esas tempestades lo persiguen por doquier, forman parte de su esencia. Cierto que el ciclón es tan potente que en su impetuoso tránsito, puede derribar grandes rivales y llevarse los títulos; pero también es cierto que su precio es alto, porque a menudo, perjudica a sus propios equipos. Sus discursos subversivos contra los árbitros, contra la UEFA y contra el Barsa pusieron a mucha gente en su contra, y no solo a los fanáticos-adversarios comunes; sino también a gente con poder en dichas instituciones. No se puede ir por la vida tirando piedras cuando se tiene techo de cristal. Mou afirma que ya está viejo para cambiar, y que dos cosas lo aterrorizan: la hipocresía y la falta de honestidad. Está convencido de ser un Quijote, y ve Molinos de viento por doquier; de igual manera, está convencido de estar vacunado contra dichos males, porque él, sus jugadores, y sus equipos NO son hipócritas ni deshonestos. No digo que lo sean; pero tampoco digo que no lo sean. Eh... aclaro: tampoco son totalmente potables las aguas que bebe el FC Barcelona... Pero aun cuando Mou tuviera algo de verdad a su favor, no puede desviar la atención de sus carencias y derrotas escudándose en discursos mesiánicos. Allá sus jefes que lo toleran.

Lo cierto es que el Barsa fue mucho más que el Madrid en la semifinal, y merecía llegar a la final de Wembley, porque en el terreno de fútbol, con 12, con 11, con 10 o con 5 jugadores, igual el Barsa siempre fue superior. En las cinco (CINCO!) ocasiones que tuvo el Real Madrid de derrotar al Barsa, solo en una --sin ser claro dominador de ese juego-- lo logró. En las otras cuatro ocasiones, el Barcelona sacó más partido. En esos cinco encuentros, el Real Madrid recibió 9 anotaciones y convirtió 3. En cuatro de esos juegos quedó con 10 hombres, porque sus jugadores violentaron el reglamento, y porque el estilo de juego de Mourinho (ganar a como dé lugar) pone a sus hombres en alto riesgo de recibir tarjetas. Lo habría salvado y redimido pasar a la final de la Champions y eliminar al Barcelona, pero él mismo cavó su tumba al buscar el 0-0 en el Bernabéu. Para Mourinho, ese marcador habría sido bueno. Pero el futbol lo castigó. El lema de la camiseta del Barsa para celebrar la obtención de la Champions, aparte de rememorar la parábola de los talentos y el famoso verso de McCartney en el Abbey Road (..y al final, el amor que recibes es igual al amor que tú das) era un clarísimo mensaje a Mourinho y su entorno... el fútbol te devuelve lo que das.

Cuando Mourinho tenga el señorío de Fergusson de reconocer la supremacía del Barsa, estará más cerca de ganarle; mientras no lo haga y se empeñe en destruirlo con todo tipo de artimañas (revestidas de falsa justicia), seguirá cavando profundo y llevando con él a todos los que quieran acompañarle. En contraste, fueron modélicas las apariciones de Fergusson, de Rooney y de Chicharito, al final del partido, para reconocer: "es el mejor equipo que he visto", "es un digno campeón", "Messi es el mejor futbolista de todos los tiempos", "el mejor equipo de la historia". Difícilmente escucharemos esas frases en boca de Mou y de su entorno.

Tengo la impresión de que Mourinho ha destilado tal cantidad de veneno por aquí y por allá que el perjuicio para el Madrid seguirá siendo grande. Es posible que aunque sigan con su política de traer jugadores galácticos, y su equipo resulte tanto o más demoledor que el Barsa, al final alguien se acordará de Mourinho, para pasarle facturas atrasadas. Claro que eso no sería correcto, claro que no sería moral; pero es mucha la animadversión que Mou ha creado en Europa y en el resto del Mundo. De ello no tiene culpa el Barsa, la culpa es solo de Mourinho y de quienes lo secundan irresponsablemente. No hay ninguna duda de que veremos un mejor Real Madrid en el 2012, pero de lo que sí hay muchas dudas es que veamos una versión mejorada de Mourinho. Fueron sus terribles insinuaciones (o silencios calcudados) dirigidos hacia los jugadores y entrenador del Barsa los que terminaron elevando la ira y la moral de los catalanes, no solo para eliminarlo a él y a su equipo de la Liga de Campeones, sino para alcanzar el mayor premio: La Champions. Esta motivación se asoma intacta para el 2012. Todo el mundo está advertido...

Abidal

Eric Abidal --casi descartado del fútbol hace un par de meses por un tumor maligno en el hígado-- jugó la final de Wembley. Acto inconcebible para cualquier mortal, pero Abidal roza la eternidad. El hecho de que Eric no volviera a jugar al fútbol, era más que probable. Y que jugara de nuevo en el curso actual, entraba en el terreno de lo peligroso. Por ello, es increíble que jugara la final de la Liga de Campeones y lo hiciera de manera tan correcta durante los 90 minutos. En el tramo final de la temporada, Eric fue ejemplo de muerte y resurrección. Su experiencia debió causar una impresión imborrable en todos sus compañeros. Si este compañero, estaba a punto de dejarnos, pensaron, y ahora está a punto de jugar la final de la Champions, tenemos que darlo todo y más por él; tenemos que estar a la altura de su fortaleza, de su entrega y de su motivación. Por eso Puyol le regaló a Abidal el momento más importante del año: la cinta de capitán y el derecho a levantar, de primero, el máximo trofeo europeo de clubes. Con ese sublime gesto, Puyol no hizo más que devolverle a Abidal lo que él le había proporcionado a la tropa blaugrana. Ese momento cumbre del año también fue un mensaje para los adversarios: en Barcelona está enseñoreado el respeto a su gente, no hay racismo ni preferencias. Tampoco son ángeles, ni están vacunados contra el error. Pero es incuestionable que la honestidad cabalga feliz en los campos
blaugrana.

EL ARZOBISPO DE WEMBLEY


La rabia con que Messi celebra su gol en Wembley se explica, en gran medida, por la rabia de todo el barcelonismo contra la ponzoña de Mou durante el curso; pero tambien porque se le negaba el gol al argentino en las islas británicas, y porque sabía que ese gol era decisivo, para que el Barsa se llevara la orejona. Como es habitual, su participación en el juego fue brillante y decisiva, para que el Barsa se alzara con el máximo trofeo del año.

En ese instante en que Iniesta le da la pelota a diez metros del área, ya Messi tenía hipnotizado Wembley; solo faltaba hechizar al resto del Reino Unido y a todo el planetaTierra. El fogonazo que no pudo repeler Van der Sar ocurrió porque ya el hechizo había surtido efecto; Park Ji Sung (su centinela) quedó congelado a medio camino, y los centrales del Manchester jamás imaginaron que Messi dispararía; pero olvidaron que Messi tiene más recursos que todos... Cuando se percataron, la pelota rebotaba dentro de la cabaña del cuarentón holandés y la Pulga corría desenfrenada a patear el micrófono...

Messi fue muy astuto, porque hizo una jugada maestra, durante la premiación, que pocos advirtieron. Pasó entre los primeros a recoger la medalla, y por lo tanto se quedó de último de la fila; de esa manera, el botín le llegaría de último (los últimos serán los primeros). Al besar el bello trofeo, Messi besaba, a la vez, su tercer Balón de Oro consecutivo. Las cámaras lo captaron mejor, y luego se dio el gran gusto de bajar los 109 escalones de Wembley con la orejona en sus manos, hasta llegar al escenario de la memorable foto. En ese largo trayecto, jamás cedió la orejona a otro compañero. Esta vez, Él y el trofeo fueron el centro de la foto. Así lo pensó y así se hizo. Fue un acto ritual, bien planeado por La Pulga.

En el año de 1986, cuando Freddy Mercury y el grupo Queen dieron este concierto en el mítico escenario de Wembley, Lionel Messi no había nacido aún, y faltaban únicamente 24 años y 316 días para ser ordenado Arzobispo de la nueva catedral de Wembley ...



Y si desean continuar inspirados por la banda sonora de este post, los dejo con esta otra joya de 5 minuticos. Al final de ella escucharán el famoso verso de Paul McCartney...



Postdata: próxima parada de este viaje por la historia: BUENOS AIRES, a partir del 1 de julio!

No hay comentarios:

Publicar un comentario