
Los fanáticos, ya sea de un equipo de fútbol, de una estrella de rock, de un apóstol, de un personaje de cómic, o de una estrella del deporte, son seres especiales e ingeniosos, que además suelen tener la suerte de su lado, para acercarse a sus ídolos. Mientras a mediados de diciembre, el sueco Albin Larsson cruzaba el Atlántico y recorría más de 11,600 kilómetros para buscar y conocer a Leo Messi en su natal Rosario, yo también vivía mi odisea personal, para conocer a la misma persona, en mi natal Costa Rica. Este post es para contarles los incidentes que viví para lograrlo. Pero antes, me parece justo homenajear a todos aquellos que empeñan alma, vida y corazón para reunirse con sus héroes. No vamos a perder el tiempo acá convocando a Freud, Lacan ni a Fromm, para que nos expliquen la razón de este comportamiento humano...
En noviembre del año 2002 viajé a México con mi hermano Iván, para ver al Beatle Paul McCartney (cómo que ex-beatle?). Para nosotros, en aquel lejano 2002, ver y escuchar a Paul McCartney era equivalente a "Vedi Napoli poi Muori". Hoy, el sentimiento está intacto. En ese entonces conocimos a una chica llamada Alejandra Ramírez, cuya historia estremece. Era una adolescente de escasos recursos, que no pudo adquirir un boleto en venta normal, porque los boletos de los tres conciertos del Beatle, se agotaron en dos horas (60,000 boletos en total!!). Abrigaba ella la esperanza de que en reventa podría comprar su ansiado boleto; pero el precio mínimo era de 2000 pesos (toda una fortuna). Con la plata que le regaló un hermano, reunió apenas 600 pesos, y por más que buscó, no fue posible obtener los 2000 pesos, ni revendedor que se compadeciera de ella. Se quedó sin poder entrar, en las afueras del Palacio de los Deportes, pegada a las inmensas paredes escuchando el concierto, y empapada hasta los huesos por la pertinaz lluvia que caía sobre el Valle de Anáhuac, en la Noche de Muertos. La humedad en su rostro provenía no sólo de la lluvia, sino también de sus lágrimas (un revoltijo de rabia y de gozo) . Nunca olvidaré su relato.
A diferencia de Batman, Leo Messi es un superhéroe de carne y hueso. Ambos existen, pero en dimensiones diferentes. Batman es Batman mientras estamos leyendo un cómic, mientras defiende ciudad gótica de los villanos, en los 90 minutos de exquisita penumbra que nos regala el cine; inclusive Batman sigue siendo Batman cuando se despoja de su máscara y se convierte en Bruno Díaz (traducido y bautizado así por la Editorial Novaro). Pero fuera de todo ello, Batman se esfuma y no tiene sentido más. En cambio, Messi es Messi tanto en los 90 minutos de fulgurante fútbol en las más excelsas canchas del Orbe, como cuando, en el más palmario anonimato, pasea en sandalias por la Calle Estado de Israel. ¿Y a qué conduce todo esto?
Batman viajó a la Argentina en 1997, cuando Messi tenía 10 años, cursaba el quinto grado en la escuela General Las Heras, y ya era un jugador destacado en Newell´s. No sabemos si Messi recuerda este episodio, pero lo que sí sabemos es que la llegada del superhéroe al Aeropuerto Internacional de Ezeiza, en un imponente Batiavión, conmocionó a miles de fanáticos argentinos, especialmente los mayores de 30 años. Adam West llegó, y nunca se puso su máscara de murciélago, por lo que la gente estaba convencida de que se trataba de Bruno Díaz... igual, estaban felices de tener a su héroe. Un fanático ya entrado en años, vestido de Batman, se hincó ante él con la misma devoción que lo hace un feligrés ante el Papa y le dijo con voz entrecortada: "ídolo de toda la vida, hace 30 años que esperé este momento, esto que hago (la de vestirse de Batman) es por vos!!". Efectivamente, esa noche Batman fue "Su Santidad, el Papa de los Superhéroes". El Episodio, exquisitamente escrito, lo pueden leer completo aquí. No tiene desperdicio.
La temporada 2007-2008 fue una mala temporada para el FC Barcelona y para Leo Messi. Su club terminó en tercer lugar de la liga, a 18 puntos del campeón (Real Madrid) y a 10 puntos del subcampeón (Villarreal). Eran los últimos estertores de la era Ronaldinho-Rijkard. El sábado 1 de marzo de 2008, el FC Barcelona se enfrentó al Atlético del Madrid en el Vicente Calderón, con resultado desastroso para los catalanes (4 a 2). Messi entró en el minuto 56 en sustitución de Henry, pero ya el partido estaba sentenciado. Además, tres días después (el 4 de marzo) sucedió un hecho dramático en la carrera de Leo Messi: en un juego de liga de Campeones de Europa, contra el Celtic de Glasgow, Messi sufrió una lesión en el bíceps femoral de su pierna izquierda que lo alejó de los terrenos de juego durante casi dos meses. Messi se retiró del terreno entre lágrimas y ovacionado por el público. En can Barça todos aprendieron la lección, y aquella fue la última lesión muscular de gravedad para la Pulga.
Aquel 1 de marzo, estaba señalado en mi calendario con marcador rojo, desde meses atrás; pero no por Messi, sino por Maradona: ese día se presentaría su famoso Showbol en Costa Rica, y era mi oportunidad soñada de conocer a quien consideraba el más grande jugador de la Historia. Hice mil ajustes para poder adquirir el boleto, y planifiqué cada detalle de lo que sería una noche memorable, en el estadio Ricardo Saprissa. Pero sucedió lo que aún ahora --casi tres años después-- nadie ha podido explicar: el 25 de enero, un mes antes del show, Maradona y sus representantes cancelaron el Show, devolvieron la plata y no dieron ninguna explicación a los miles de aficionados frustrados y molestos. Yo traté de investigar el motivo, y solo se manejó una teoría: que se habían vendido muy pocos boletos, por sus precios altos, y en consecuencia, los productores del Showbol prefirieron llevárselo a otro país, que ofrecía mayores beneficios. Yo aún tengo la fe de que no fuera este el motivo. Imagínense ustedes que Maradona tenía planeada hasta una visita a niños con cáncer, que lo esperaban ansiosos! Me resisto a creer que el apego al dinero fuera capaz de hacerle a estos niños esta infamia. Pero lo cierto es que fue una decepción absoluta, y lo único que me quedó de tan desagradable episodio fue una imagen escaneada del boleto. He aquí la imagen:

Pasemos ahora a mi historia personal, relacionada con la compra del boleto para ver a la Selección de Argentina y a Leo Messi, en Costa Rica. La relataré de manera cronológica:
1. El 30 de septiembre de 2010, cuando muy poca gente en Costa Rica aún sospechaba cuál selección inauguraría nuestro nuevo Estadio Nacional, yo leí en el diario Ultima Hora de Paraguay, una nota brevísima en que el presidente de la Asociación Paraguaya de Fútbol, Juan Ángel Napout, indicaba que un posible amistoso de la Selección de Paraguay contra Costa Rica, previsto para el 29 de marzo de 2011, se habia caído, porque parecía que Costa Rica jugaría esa fecha contra Argentina. Aunque estaba en el terreno de la especulación, fue una señal importante para mí. Así lo hice saber, por correo, a unos pocos amigos que seguimos seriamente la carrera futbolística de Leo Messi.
2. Transcurrieron dos meses, durante los cuales no se sabía nada, o casi nada. Tan solo que alguna selección importante vendría a inaugurar el nuevo Estadio. Y de pronto, ocurrió lo que tanto esperábamos: el 24 de noviembre, la Federación Costarricense de Futbol, en conferencia de prensa, confirmó que sería la Selección de Argentina, con Lionel Messi como figura estelar, la que inauguraría el Estadio. Los boletos se pondrían a la venta el viernes 10 de diciembre. Felicidad indescriptible... una vez más en mi vida, resonaba la bella frase: "Vedi Napoli poi Muori".
3. 10 de diciembre. Llegó el día esperado. Sabía que las entradas estarían a la venta por Internet, en el sitio laboleteria.co.cr, a partir de las 8 a.m., pero también habría puntos de venta (Librerías, etc.). Mi intención era ir a comprar mi boleto, al mediodía, a alguna tienda de Librería Internacional, pues prefería tener en mis manos el boleto físico, y no una confirmación electrónica. Entré al sitio de laboleteria, a eso de las 8.30 a.m. y para mi sorpresa, los boletos estaban desapareciendo a la velocidad de la luz. No me puse a pensar mucho en la causa, sino en buscar la manera de obtener mi boleto. Cambio de planes, a toda prisa! Saqué mi tarjeta y me dispuse a hacer la compra online. Una vez registrado, empecé el proceso de compra. Advertí que todo era más lento de lo esperado, pero al menos ya estaba dentro. El siguiente es un mapa de las localidades del Estadio. En otro mapa, que no se incluye acá, se veían los números de asientos, con el letrero: vendido, vendido, vendido.
Pasé por todas las etapas del proceso de compra, y en el instante supremo, cuando ya había indicado el número de tarjeta, y el sistema estaba realizando el débito bancario, se cayó la conexión con el servidor, ubicado en México. No lo podía creer! Era como una especie de broma de mal gusto. Pero era la verdad más cruda: al dar click en comprar, el sistema pidió esperar; la espera fue eterna, como de 10 minutos, antes de arrojar el abominable mensaje: La conexión fue restablecida... intente nuevamente. Ya era tarde, porque el sistema automáticamente impedía hacer de nuevo click en el botón comprar, seguramente para evitar cargar dos veces el monto a la tarjeta. Mi conexión con Internet estaba correcta. Evidentemente era un problema de comunicación entre la aplicación informática de la boleteria.com y los bancos.
Afortunadamente, tengo la buena costumbre de ir haciendo un rastro de las transacciones, así que en cada avance de la compra hice capturas de las ventanas. Al final, tenía una conexión caída con el servidor, y tres pantallas como evidencia de que yo había hecho el proceso; una de ellas, inclusive, me daba el número de gestión, y hasta el número de boleto y su correspondiente ubicación. De inmediato me comuniqué con el número de Servicio al Cliente, y ni siquiera entraba la llamada a la central: ocupado por los siglos de los siglos. Quedé en un agujero negro. Pero no era el único. Problemas similares ocurrieron a miles de personas. Yo creía estar al menos dentro de los elegibles, porque tenía evidencia de mi compra. Pero reconozco que me descorazonó el hecho de que todos los boletos se vendieron en menos de cuatro horas, y yo no tenía nada, o casi nada.
4. Al día siguiente ya conseguí que me atendieran en el Call Center. Dejé mis datos, y me prometieron que me llamarían. Coincidentemente, los responsables reconocieron que se presentó un problema técnico, debido a que la demanda de boletos fue excesiva, y se saturaron los servidores. Pero también mencionaron que tenían plenamente identificados los casos y que resolverían uno por uno. Yo me di ánimo a mí mismo: "Tranquilo, vos sos uno de esos casos".
5. No fue sencillo, porque afectivamente eran muchos casos, y no todos eran iguales. Esto provocó que tuviera que comunicarme con laboleteria.com, en muchas ocasiones, tanto por teléfono como por correo. Siempre fui bien atendido, y me pedían tener paciencia. Así lo hice, doblegando a la desesperación, la rabia, la frustración, y solo me enfrenté al problema asumiendo que caminaba por una cuerda floja, a 80 pisos de altura. Si me desesperaba, me estrellaría inapelablemente. Esa fue la consigna y esa fue la estrategia. Me aferré a ella con paciencia franciscana, y por dicha, al otro lado, había gente de bien.
5. Eureka. Transcurrieron más de 15 días, y después de realizar un estudio pormenorizado de mi caso, los personeros de laboleteria.com me llamaron para notificarme que tendría mi ansiado boleto!!!
6. Al día siguiente, en la Ferretería EPA de Curridabat, finalmente recibí mi más preciado trofeo:
